miércoles, 4 de febrero de 2015

Lo incierto y el secreto: La cresta de Ilión



Toda novela de Cristina Rivera Garza es un reto para el lector. Intelectual, literario, conceptual. En una novela corta el reto es mayor: la autora trasgrede los límites de lo cierto para adentrarse en los secretos humanos y en las vicisitudes de su sentir. 

En La cresta de Ilión (2002) se presenta un médico que radica en una geografía lejana –arriba de una cresta- y trabaja en un hospital psiquiátrico buscando hacer un bien para la sociedad. De pronto llega a su casa una mujer y poco después otra versión de la mujer. La razón y la locura se combinan para presentar un aparente triángulo amoroso, un misterioso paciente y la búsqueda de la propia identidad.

En una especie de Orlando moderno, el protagonista pierde su identidad, se enfrenta a la locura y busca entender a los personajes femeninos desdoblados, mientras su propia reflexión se encamina hacia lo incierto. 

Con capítulos cortos, diálogos envolventes, manejo del secreto y una serie de reflexiones, la autora nos adentra en los límites de lo real y de lo fantástico, de la locura y la razón. En medio, un manejo del espacio interesante: el hospital, el mar, los caminos, cada uno va cobrando singular importancia. “Uno necesita el mar pare esto: para dejar de creer en la realidad. Para hacerse preguntas imposibles. Para no saber. Para dejar de saber. Para embriagarse de olor. Para cerrar los ojos. Para dejar de creer en la realidad.” (88)

Precisamente los capítulos cortos obligan a un ejercicio del lector: tiene que buscar pistas entre los diálogos, entre las situaciones o entre las reflexiones, para tratar de descubir –como un narrador omnisciente- lo limitado que el persona –y nosotros como lectores- estamos ante qué es lo real y qué está imaginando el protagonista. 

Y de pronto se da valor a situaciones tan insignificantes como mirar por la ventana o disfrutar el mar. Hay incluso un valioso fragmento donde el narrador-protagonista dice: “No se pueden hacer muchas cosas sobre la cama de un hospital. Es posible: 1. Ver el techo en todo detalle, con extrema minuciosidad. (…) 29. Recibir, un buen día, el documento que certifica el bues estado de salud propio.” (146-148) 

Este capítulo lúdico, aparentemente absurdo, invita precisamente a adentrarse en los límites de la cordura y subir por la cresta. 

Un final inesperado, una lectura que obliga a la relectura, una excelente novela de Cristina Rivera Garza.

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